domingo, 31 de agosto de 2014

Aquello que creía que podía ocurrir... ya está ocurriendo!

El conocimiento actual no nos hace inmunes. Al contrario; sabemos tanto de las enfermedades que prácticamente no quedamos personas sanas; pero sabemos tan poco de su origen bioquímico, que las personas enfermas solo servimos como muestras para intentar entender lo que ocurrió en su día en nuestro entorno cuando en realidad, todo sucede en nuestro interior. Al igual que los médicos enferman, los psicólogos pueden padecer patologías y sabemos de la existencia de economistas arruinados. Todos estamos expuestos a los "caprichos" del Algoritmo Combinatorio Universal, paradójicamente por puro desconocimiento.
Nuestro sistema neurológico dispone de otra dimensión espacio_tiempo muy diferente a la que posee nuestra consciencia. Es como si nuestro cerebro nos plantease una gran mentira para que vivamos algo más felices y le dejemos hacer su trabajo en paz; sí! ese trabajo ya predeterminado por la genética y por la epigenética.
Desgraciadamente, el actual modelo investigador se basa en analizar aquello que ya ha ocurrido sin saber que lo que ha sucedido ya ha modificado el proceso analizado; haciendo por lo tanto, inútil una perspectiva futurible.  Por ello, analizando datos resultantes siempre llegamos tarde a pesar de la esforzada pero escasa ayuda prestada por la estadística y de la secuenciación de datos tan utilizada en la actualidad.
Este mismo concepto es también aplicable a la investigación en la economía, en el management y en la psicología, entre otras disciplinas.

Imagínese que en una conexión neuronal se fija ese llavero que usted ha guardado en el cajón de su mesita de noche. Lo habitual es que cuando usted quiera tenerlo en sus manos, solamente tenga que abrir dicho cajón que está justo al lado de su cama y cogerlo.
Lo cierto es que la genética describe perfectamente lo que significa “llavero”, “mesita de noche”, e incluso “cama”. En cambio, la epigenética se ocupa de moverlo todo y de no dejar nada en su sitio o por lo menos, tal y como usted lo dejó y en el entorno en que lo dejó. Han pasado 2 minutos y su mesita de noche es la misma, su cama y su dormitorio; también sus llaves. Están ahí, pero no en esa dimensión que su consciencia puede entender por la sencilla razón de que su sistema neurológico posee las órdenes precisas para que usted no le moleste y por ello, quizás, usted abra el cajón de la mesita de noche y sus llaves no estén ahí! Lo más inmediato... echarle la culpa a otra persona; pero yo le aseguro que en este caso, nadie ha tocado sus llaves. Solamente usted... ¿Lo recuerda ahora? Vagamente, supongo.
¿Sabe usted por qué nunca podremos curar las enfermedades neurodegenerativas si seguimos con este modelo de investigación? Muy sencillo; todo lo que aprendemos, segundos más tarde ya no existe tal y como lo estudiamos. El “culpable” de todo esto no es otro que el Algoritmo Combinatorio Universal (UCA) que lo mezcla todo para que nada sea igual. De hecho, mientras usted lee este texto, la situación va cambiando. Poca gente se ha atrevido a formular esa trazabilidad regresiva que nos ayudaría a entender esta gran mentira piadosa que es nuestra consciencia, pero lamentablemente todos ellos acabaron siendo víctimas de la brutal potencia de estos procesos recombinatorios aparentemente aleatorios.
Por ello, es importante plantear hipótesis sin contar con datos, hay que pensar cómo piensa tu “enemigo” y sobre todo, hay que provocar que las cosas ocurran para adelantar a ese reflejo bioquímico que llamamos consciencia y entrar de lleno en la verdadera realidad, con el objetivo de cambiar una sola pieza de este gran entramado que al recombinarse, modificará el futuro.

Por lo tanto, urge modificar el modelo investigador en todos y cada uno de los campos para “actuar como si ya estuviese ocurriendo aquello que creíamos que iba a ocurrir”.

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